domingo, junio 04, 2006

Las horas de la Fuga

“No se... Yo soy un loco que extraña a su
propia alma.
Yo fui amado en efigies en un país más allá
de los sueños.”

“Entre la vida y yo hay un vidrio tenue. Por más nítidamente
que yo vea y comprenda la vida, no la puedo tocar.”

Fernando Pessoa

Duermo. Recupero la respiración aquietada, acompasada, silenciosa de lentitud. Después de la agitación de los últimos minutos creía imposible la paz de los pulmones.
Es extraño. Aunque duermo, sé que ellos están allí, llevándome. Siento los relieves del piso, mientras avanzamos en este auto que presumo muy viejo. Siento, también, un peso eterno en los brazos y en las piernas; la sangrienta humedad de mi abdomen. Es un sueño de asombrosa lucidez. Nos detenemos. Todavía no oigo bien. Allí vuelan los murmullos, el eco del vacío, un zumbido doloroso, interminable. Sé que hablan pero no los escucho. Me arde en la piel la vibración de sus palabras. Me bajan del auto. Quiero gritar. No tengo fuerzas. Se estanca el aullido en el áspero laberinto de la garganta. Siento el desierto envolviéndome, el viento castigándome el cuerpo. Oigo el eco desgarrador de un grito callado. Es el silencio de mi queja el aire de este páramo.
Antes o después, despierto -¿o sólo abro los ojos?-. Reaparecen ante mí los colores, quizás más opacos, desnudados del misterio de su luz, menos vivos que la última vez. Parece que lo que veo está impregnado en mis pupilas, tallado en el fondo de mis ojos. Las formas nacen en mí y se cristalizan, afuera, en estatuas enmohecidas.
Dudo.
Superada la sorpresa de los colores, comienzo a descifrar, a leer, la procesión de muros que me rodean. Vuelvo a asombrarme: hubiera jurado que estaba en el desierto.
Siento la quietud aplastante del terror, de la muerte.
Descubro- en lo que veo, en lo que recuerdo- las paredes grises de la vieja cárcel. Tal vez sufrí dolor.
Reconozco las manchas de humedad, los ladrillos oscurecidos por la calumnia. Avanzo desandando un camino que alguna vez recorrí. Siento la memoria del tormento; la repetición de un infierno.
Otra vez, no habrá forma de escapar. ¿Cuántas veces caminamos este pasillo? ¿Cuántas veces más lo caminaremos?
Supero un portal. Tras él, un rostro monstruoso: un carcelero de carne y hueso, con gestos de yeso, detenido en la tenebrosa pose de las estatuas en la madrugada.
Como una catarata, una explosión, un torbellino; la memoria se expande delante de mis ojos: el frío la soledad la traición los gritos los llantos mi celda mi verdugo mi carne desgarrada las palabras silenciadas la añoranza de la libertad el cielo recortado los barrotes inclementes los martirios la injusticia el hedor de un aire irrespirable la ausencia de su piel la imaginación aplastada en la oscuridad mi dibujo en la pared mi fe inútil lo que queda por soñar.
Grito. La escena queda en su quieta indiferencia. Me acerco a la celda abierta: ahí estoy yo, con una mueca de indescriptible pánico, despojado de todo tiempo, de toda esperanza. Sólo con mirarme, advierto la fragilidad de mis rodillas raspándose en el suelo frío. Descubro, también, el cosquilleo de la mirada de mi compañero correteando por la nuca helada. Las arrugas de su gesto dibujan un calvario petrificado, condenado a permanecer así, sin el alivio ni el engaño del transcurrir.
Vuelvo a escuchar el disparo, el eco furioso de su detonar, la certeza cruel de la propia muerte, la risa desencajada del sudoroso ejecutor.
Me acerco a mi cuerpo arrodillado y, en una caricia que es mi último consuelo, vuelvo a hacerme carne. Junto al impacto, regresan las percepciones: los dedos palpan el terror, los oídos sucumben ante la ruidosa explosión de la muerte, el gusto amargo de la sangre impregna el paladar, los ojos se cierran en un universo de tinieblas – vuelven a opacarse los colores-, la respiración se apacigua luego de la excitación. ¿cuántas veces nos mataron?¿Cuántas más nos matarán?.
Duermo. Ellos están allí. Nos detenemos. El desierto y el vacío silencian mi grito. Las palabras ajenas carcomen mis huesos: seré para siempre mi propio fantasma.

1 comentario:

Vic dijo...

Pura poesía tu blog, quisiera darme una vuelta por tu tierra para sacar del mar animales de circo con una red. Adelante con las torpezas, los desencuentros y los olvidos, que son, entre otros accidentes, los que alimentan la inspiracion.
www.killvic.blogspot.com